No pasaba de los veinte
el mayor de los tres chicos
que vinieron a atracarme el mes pasado.
andquot;Subvenciónanos un pico
y no te hagas el valiente
que me pongo muy nervioso si me enfado.andquot;
Me pillaron diez quinientas
y un peluco marca Omega
con un pincho de cocina en la garganta,
pero el bizco se dio cuenta
y me dijo -andquot;oye, colega,
te pareces al Sabina ese que canta.andquot;
Era un noche cualquiera,
puede ser que fuera trece,
andiquest;qué más da? pudiera ser que fuera martes.
Sólo se que algunas veces
cuando menos te lo esperas
el diablo va y se pone de tu parte.
-andquot;Este encuentro hay que mojarlo
con jarabe de litrona,
compañeros antes de que cante el galloandquot;-
-andquot;tranquilo, tronco, perdona,
y un trago pa celebrarloandquot;-
los tres iban hasta el culo de caballo.
A una barra americana
me llevaron por la cara,
no dejaron que pagara ni una ronda,
controlaban tres fulanas
pero a mi me reservaban
los encantos de andquot;Maruja la cachondaandquot;.
Nos pusimos como motos,
con la birra y los canutos
se cortaron de meterse algo más fuerte;
nos hicimos unas fotos
de cabina en tres minutos...,
parecemos la cuadrilla de la muerte.
Protegidos por la luna
cogieron prestado un coche,
me dejaron en mi queli y se borraron
por las venas de la noche
-andquot;enróllate y haznos una
copla guapa de la tuyasandquot;- me gritaron.
Me devolvieron intacto,
con un guiño mi dinero,
la cadena, la cartera y el reloj;
yo, que siempre cumplo un pacto
cuando es entre caballeros,
les tenía que escribir esta canción.
Hoy venía en el diario
el careto del más alto,
no lo había vuelto a ver desde aquel día;
escapaba del asalto
al chalé de un millonario
y en la puerta le esperó la policía.
Mucha, mucha policía...